Cómo estorba la Inteligencia

Comentando con una amiga y mi esposa en un café, retomamos un tema viejo que habíamos tocado ya en varias pláticas anteriores; mencionabamos que el ser humano sería mucho más feliz si no tuviera «Inteligencia«.

Caray, cuántas reacciones se suscitan cuando alguien lee algo así… sin embargo, todo parte de la observación exterior y finalmente de mí mismo.

Al regañar fuertemente a mi perra, que se había orinado dentro de la casa, ésta sin duda sintió un pánico enorme cuando fuí muy severo con ella; sin embargo, cada vez que me acercaba a ella se mostraba extrañamente emocionada y movía la cola… casi podría decir que me sonreía. La perra se percibe feliz casi todo el tiempo; basta hacerle una caricia o arrojarle una pelota o simplemente decirle algo y ella enloquece. No puedo decir que ella no sea inteligente, sin embargo, no posee la inteligencia que nos impide ser felices, esa inteligencia que poseemos los seres humanos y nos complica muy fácilmente nuestra existencia.

En la bella historia del Génesis donde Adán y Eva quieren ser como dioses y conocer, comiendo el fruto del árbol del bien y del mal: ¿no es acaso en este momento cuando metafóricamente nosotros como hombres recibimos una capacidad enorme de usar nuestra capacidad para hurgar sin cansancio el mundo que nos rodea, al grado de usar la ciencia para entender y conocer más de nuestro mundo, al tiempo que moralizamos todo en la búsqueda de distinguir entre el bien y el mal? Nuestra conciencia se esmera en que dentro de nosotros todo tienda a ser «blanco» o «negro», especialmente cuando es confusa la valoración de una situación. Sin embargo, usamos todos los recursos que tenemos a nuestro alcance para llegar a la conclusión radical de «blanco» y «negro».

Queremos tener una forma simple y sencilla de distinguir entre lo «correcto» y lo «incorrecto», lo «bueno» y «malo»; sin embargo nos encontramos con que lo que para nosotros es «malo» o «inapropiado», para otras culturas puede ser bien visto. De pequeño me enseñaban que todos tenemos una conciencia que nos permite distinguir lo bueno de lo malo; sin embargo la operación de dicha conciencia está demasiado ligada a lo que nos enseñaron nuestros padres y nuestra comunidad cuando crecimos. ¿El hijo de un ladrón realmente puede ver como «malo» el robar cuando desde pequeño aprende que es su forma de vivir (o quizá sobrevivir)? ¿Es «malo» matar a un animal cuando el fin de dicho sacrificio es obtener nuestro alimento? Al final sólo puedo observar un mundo lleno de colores y tonalidades intermedias que nos ayudan a tomar decisiones y formarnos ideas, pero veo claramente que esto sólo es una forma de «vivir» y no de conocer la realidad de nuestro mundo. ¿Cómo puedo ver un hada si no las conozco? ¿Cómo puedo ver un fantasma, si de chico me enseñaban que no existían? (por otro lado, conozco historias de primera mano de niños de 4 años que pueden ver muertos y hasta interactuar con ellos).

El mundo es tan complejo que los grandes sabios solo concluyen como Sócrates, «Sólo sé que no sé nada», y los grandes santos invitan a vivir en forma «simple» y «sencilla» para lograr ser felices. Algunos santos y figuras destacadas de la historia logran acciones que los hacen destacar al grado de obtener logros tan importantes que nos hace verlos como especiales. ¿Acaso podemos vernos como dioses? ¿Como nos ven nuestras mascotas? no malinterpreten la linea de «Somos como dioses» sin embargo, en el propio Génesis con el que comencé este escrito dice que el hombre fué hecho a imagen y semejanza de Dios… ¿Cuál es el límite? ¿Por qué nos llenamos de ideas y límites impuestos por nuestros padres y profesores? ¿tenemos límites?

Yo creo profundamente que no tenemos límites, pero que si limitamos el potencial con el que nacemos al llenarnos de ideas y reglas sobre lo que podemos y «no» podemos hacer.

Mientras más usamos nuestra inteligencia más nos alejamos de la felicidad. Benditos los sencillos pues serán felices.

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Eduardo Llaguno

Eduardo ha trabajado por 24 años en muy diversas áreas de TIC con amplia experiencia en administración de proyectos, nuevas tecnologías y como emprendedor.

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2 Respuestas

  1. Ivanius dice:

    Esto daría para mucho comentario… solamente algunos apuntes mientras tanto.

    El «privilegio de la inteligencia» es contrario a lo que muchos llaman sencillez, otros, sensatez, y otros más, sentido común. Sin embargo, el saber razonar no está peleado con estas actitudes, que son verdaderamente enriquecedoras de la totalidad de la persoina. La inteligencia no basta, pero la sencillez no es ni negación ni ausencia de inteligencia. Un ejemplo que se explica solo es Libertad, ese grandioso personaje de Mafalda que se empeña en decir que le gusta «la gente simple» y que ella misma pretende serlo, sin que eso impida que tome en serio las cosas que así lo requieren.

  2. Alejandra dice:

    Uyyy Eduardo, cuánto por comentar de este texto tuyo. Da para mil cosas. Lo primero que me gustaría opinar es, que en efecto, creo como tú que entre el hombre va más en busca del conocimiento, menos entiende y menos sabe, más se complica y se vuelve caos. Algo muy similar a lo que ocurre en el libro de «En el nombre de la Rosa» de Umberto Ecco.
    Como tú, creo que no hay ni bueno, ni malo, ni correcto, ni incorrecto, todo depende de dónde, cuándo y con quien. En efecto,actuamos con los recursos con los que contamos disponibles y pensando, bajo la buena fé, de que detrás de cada acto siempre hay una acción positiva que nos mueve. Creo que no se trata finalmente de no ser inteligentes, sino que sea precisamente esta inteligencia un recurso más para optimizar nuestra vida y solo se puede lograr, siendo INTELIGENTES EMOCIONALES, rompiendo nuestros propios paradigmas y permitiendo siempre lugar a nuevas posibilidades.
    Muy buena reflexión…me gustó mucho. Saludos.

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