EL LIBRO Y EL HOMBRE

EL LIBRO Y EL HOMBRE

CONFERENCIA

E. Lamazón Febrero 27, 2006

“No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sè de nada mejor”, dejò escrito Jorge Luis Borges.

Miguel de Cervantes era maniàtico de leer hasta los papeles que hallaba tirados en las calles.

Los dictadores, los tiranos, los autoritarios, no han dicho nada de los libros porque hablar en contra de los libros tiene mala prensa, pero los han quemado y los han prohibido sin pudor.

Cuando el sociólogo uruguayo Eduardo Galeano comentaba sobre su libro “Las venas abiertas de Amèrica Latina” siete años después de la primera ediciòn en los años 70, decìa “los comentarios màs favorables que este libro recibiò no provienen de ningún crìtico de prestigio sino de las dictaduras militares que lo elogiaron prohibièndolo. “Las venas…” no podìa circular en su paìs, Uruguay, y en Argentina su posesión a muchos jóvenes les costò la vida. El propio Galeano recordaba a Blas de Otero cuando escribiò “No dejan ver lo que escribo porque escribo lo que veo”.

Hace sòlo 500 años los libros eran tan escasos y tan valiosos que el obispo de Winchester en Inglaterra presumìa su nutrida biblioteca que constaba de 17 volùmenes.

Cuando el año 2000 nos acercaba al inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio, me llamò la atención que en las innumerables LISTAS que se publicaban –porque se hacìan listas de todo- aparecìa siempre Gutemberg entre los mayores hombres del milenio, y en muchas de esas listas aparecìa en primer lugar. Las opiniones en su favor sostenìan que esta civilización, como la conocemos, sin la imprenta, que inventò el alemàn hace 550 años, no existirìa.

Asì de importantes fueron los principios del libro, porque antes de su uso como vehículo de comunicación, los conocimientos estaban reservados a unos pocos frailes encerrados en monasterios, y a unos cuantos poderosos.

Es fácil advertir que cuanto màs civilizada es una sociedad màs jerarquía concede a la labor del escritor.

Una vez le presentaron un sujeto a Miguel de Unamuno, el cèlebre escritor y pensador español, y le dijeron “El señor es mèdico y tambièn es poeta”, a lo que Unamuno interrumpiò “-Un momento, querrà decir usted que el caballero es poeta, y ademàs mèdico”. Esta anècdota la cuenta Ricardo Garibay en un escrito, y Garibay, que no se esforzaba por quedar bien con nadie, tampoco con los mèdicos, agregaba “Se ES poeta, como se es alto, bajo, lindo, feo, inteligente o estùpido. Un mèdico se HACE estudiando muchos años un montòn de bobadas, la mayorìa de las cuales no sirven para nada. El señor es mèdico ¡y bien! ¿a quièn le curò la sarna, què apéndice extirpò? ¿a quièn le importa? Pero por ser poeta su obra queda. Aquì està lo mìo en el libro y no va a la basura como un apéndice podrido”.

Y quiero no abandonar a Ricardo Garibay porque en èl encuentro otra anècdota que nos dice mucho sobre lo mucho que es un escritor, lo mucho que es un libro en una sociedad que se respete, que no es esta, por supuesto, tan alejada del libro y del escritor y tan consustanciada con Big Brother, con el futbol sacrosanto, con Bailando en la estrellas…

Leo a Garibay:

“En alguna ocasión, dice, yo fui compañero de escuela del que fue presidente de Mèxico Luis Echeverrìa, y del que tuvo tan altìsimos cargos Hugo Cervantes del Rìo. Y a Hugo no lo habìa yo vuelto a ver, cuando lo encontrè, desde hacìa unos 20 o 25 años. Y me dijo Hugo, que es una persona muy gentil, muy respetuosa, pero completamente enfrascado en las tareas de gobernar y demàs: “Tù te has dedicado un poco a la bohemia”. Le dije “No, de ninguna manera, yo me he dedicado a la literatura, con màs rigor que tù a la polìtica, con màs ciencia que tù en la polìtica y en la administración. Y con màs exclusividad que tù a dirigir a los demàs. La literatura es un arte mucho màs difícil que la polìtica, que cobra el doble de tiempo de lo que te ha cobrado a tì la polìtica… Y el hombre respetuosamente entendiò –dice Garibay- que era cierto. Le dije “Ademàs tù pasaràs, y yo no. No por tu falta de valer o por mi excesiva valìa, sino porque el arte que me ampara es mayor que el que te ampara a tì”.

Creo que esto es profundamente cierto y perfectamente menospreciado y olvidado. ¿Quièn era presidente de Colombia cuando Andrès Bello? Quièn sabe. ¿Quièn mandaba en Argentina cuando Leopoldo Lugones? No nos importa. Mandatarios vienen y mandatarios van pero el mundo permanece y el mundo que permanece està en los libros.

Antón Chejov, el ruso, es el mayor cuentista que ha dado la humanidad. Era mèdico tambièn. Y en esto quiero detenerme porque no voy a dejar pasar esta noche sin referirme al parentesco que yo creo que hay entre el escritor y el mèdico de cara a la condiciòn humana.

¿El ser mèdico hizo a Chejov mejor escritor?

Yo estoy seguro de que no, eso es imposible, aunque habrìa forma de defender un àngulo para afirmar que sì. El mèdico adquiere un profundo conocimiento de la vida por la cercanìa constante con el dolor, con la agonìa, con la muerte, y esto lo hace familiar con la esencia màs grave del ser humano. Digamos que el mèdico està en los extremos en los cuales vive el hombre.

El hombre es tiempo, màs que espacio. El mèdico domina los dos extremos del tiempo del hombre, que son el nacimiento y la muerte. En el nacimiento la criatura es absolutamente ignorante del fenómeno por el cual pasa, y del cual es el principal sujeto. Pero en la agonìa y en la muerte, el hombre es un testigo consciente de su agostarse, de su acabarse. Es verdaderamente un agente activo al enfrentarse a su mayor drama. Esto lo conoce y lo trabaja el mèdico y a veces puede conspirar un poco contra el dolor, pero dudo que pueda como el gran escritor, que habita en el alma humana, penetrar en la agonìa y en la muerte un largo trecho.

¿Quièn conoce màs la condiciòn humana? es la pregunta que les traigo hoy. No es, desde luego, el economista, ni el banquero, ni el comerciante, ni el sacerdote que habla de sexo cuando se supone que no deberìa conocerlo. Està entre el escritor y el mèdico. La sabiduría que consigue el mèdico por estar en esos extremos de la condiciòn humana que son el nacer y el morir, es una sabiduría profunda, pero está fuera de èl. El mèdico llega a ser un excelente testigo, un sereno testigo a propòsito del vivir y del morir del hombre, y si el mèdico es culto, inteligente y sensible se le abren las puertas a ser un gran hombre por su posibilidad de observar al ser humano desde una posición privilegiada. El escritor, si es un gran escritor, y hay mil ejemplos (Shakespeare, el mayor; Tolstoi, Kafka, etc), crea, cuenta, penetra, recorre, atesora, desmenuza, dibuja la vida y la muerte y es posible que pueda pasearnos por las emociones de la vida y de la muerte con màs rigor y con màs dolor que si se tratara de nuestra propia vida, de nuestra propia muerte.

“Esto es metafìsica”, “el escritor es sòlo un amanuense”, pueden decirme ustedes, y yo lo acepto. Pero quien no està dotado para la vida intelectual sòlo crece por fuera. Un banquero sòlo crece por fuera. Es útil, es necesario, sì pero crece por fuera. Un obrero, un militar, un campesino, un contador… sòlo crecen por fuera. No hay crecimiento interior. Si no tengo razòn no habrìa entonces en la historia de la humanidad Sócrates, Homero, Dostoievski, Aristóteles, Bach, Vasconcelos, Alfonso Reyes, Borges, Unamuno o Einstein.

Pienso en el libro y pienso en cultura, porque libro es sinònimo de cultura. Cultura es una palabra que no he logrado escuchar una sola vez a los candidatos a la presidencia de Mèxico. Entre tantas insensateces dichas y repetidas… no han dicho libro ni han dicho cultura.

La palabra cultura… tampoco la ha pronunciado nunca el cardenal Norberto Rivera que todos los dìas habla en todos los noticieros de todos los temas excepto de religión.

La cultura no les importa a los que mandan en este Mèxico nuestro, entre ellos los polìticos y la televisión, porque no conviene. Un pueblo culto, o culturizado, no permite gobiernos corruptos…Un pueblo culto no elegiría para gobernador a un sujeto como el de Puebla, que sólo puede ser producto de un lavado masivo de cerebros que se logra con PROPAGANDA… mejor un pueblo que hable con cien palabras o menos, y mucho mejor si solo sabe expresarse chido, cabrón, gûey, què onda, de pelos, simòn, qué pedo… … no que yo me asuste por oír la palabra guey o la palabra pedo, el que se asusta es el futuro del país con gente que SÓLO sabe hablar el idioma de Big Brother. El idioma de Big Brother es hoy más hablado que el español, en México.

Los hombres leen por muy diferentes motivaciones. Desde matar el aburrimiento hasta llenar sus necesidades de instrucción y de cultura. Leen por trabajar y relacionarse, o porque están solos. Para abatir la desesperación o para conjurar peligros. Esperando en el consultorio del dentista o sólo para aparentar que han leído. Leen horóscopos, cartas de amor o testamentos.

Seguramente la más sana de las elecciones es la que establece la relación bucólica “el libro y yo”, la del placer y la buena compañía, que delante de los ojos nos abre una ventana al mundo, el disfrute y el regodeo más gozosos y más baratos de la vida… Esto no admite discusión… Hay quien lo toma porque lo sabe, y hay quien no tiene el privilegio del hambre de conocimiento… Estoy diciendo que hay más placer en escuchar la 9na sinfonía de Bethoveen que en aplaudir la matanza de un toro en la plaza de toros… Así es por mandato de la inteligencia… lo que no quiere decir que NO haya hombres que lo perciban al revés… en ese caso la falla está en la formación del hombre que no ha sido educado para el refinamiento, el goce o el gozo más sutiles…Está claro que en el mundo hay Bush y hay Mandela, con emociones diferentes … Pero que el éxtasis del hombre superior está en el aprendizaje, no admite discusión… ¿Gozan del sexo por igual el hombre elemental y el hombre cultivado?… Absolutamente no, y no hace falta explicarlo. La felicidad del cerdo es un costal de maíz a su lado. La felicidad del hombre superior, es algo más compleja.

La relación de los hombres con los libros ha sido asaz heterogénea siempre. Conocí a un individuo que estaba remodelando su casa y debía llenar un espacio de anaqueles, para lo cual pensaba comprar un metro de libros rojos y medio metro de libros azules. Otro me dijo una vez que si leer un libro le daba pereza, escribirlo ya le parecía la tarea de un loco.

Hace dos años visité Steinau (2,000 habitantes), la ciudad alemana vecina a Frankfurt donde vivieron los hermanos Grimm, y pude ver con asombro a un pueblo que los venera, para el que son los héroes irreemplazables. Jacob y Wilhem Grimm (autores de Caperucita Roja, Blanca Nieves, Hansel y Gretel, etc) son los autores más vendidos del mundo, después de la Biblia. Sus libros “se leen desde los tres años hasta la muerte”, reza una especie de eslogan que los acompaña. Los billetes de 500 marcos, los de mayor denominación en Alemania antes del Euro, llevan las reverenciadas efigies de los hermanos inmortales.

Parece que Alemania e Islandia son los países en los que más se lee, lo que indica que algunas cosas no son casuales. Quizá tiene que ver con uno de los mejores niveles de vida del mundo que Alemania tiene actualmente. A pesar de la crisis económica y laboral por la que está pasando, Alemania es un país rico, sibarita y culto.

Esto de la cantidad de lectura, empero, debe tomarse con reservas, porque más importa la calidad. En Estados Unidos se compran muchos libros, pero gran parte es basura literaria. Aunque puedo decir en su descargo que es el país del mundo con mayor número de bibliotecas, y ninguna está sostenida por el estado, sino por patrocinadores y vecinos de la comunidad.

Me gusta siempre recomendar a los jóvenes que piensen como prioritario leer muy pronto los libros fundamentales de la humanidad, porque no es lo mismo leer la Ilíada que leer el diario.

Quizá algún día tengamos oportunidad y tiempo de hablar de las diferencias entre periodismo y literatura, que es un tema apasionante. Pero en esta brevedad de una plática que debe terminar, quiero decirles que no hay forma posible de dejar de ser un hombre limitado, un hombre discapacitado para pensar, que no sea leyendo lo fundamental. No hay forma posible de disfrutar de la poca o mucha inteligencia con que hayamos sido dotados, sin someterla a un riguroso cultivo del conocimiento.

Es inquietante pensar en esto: puede uno irse a una isla desierta armado de unos cuantos libros, y pasar allá 10, 20, 30 años. Si esos “unos cuantos libros” fueron bien escogidos y son algunos de los fundamentales en la historia del mundo, uno regresará de la isla sin saber qué ha sucedido en la cotidianeidad del mundo durante esos años, pero perfectamente al día de lo que es el hombre en el mundo. Lo demás, la vida de los 30 años, que ahora ya se hacen transplantes de cabeza, y que los gobernantes son honrados, lo lee condensado en media hora. Borges decía, con su irrenunciable ironía, que no leía diarios, que lo importante, como la Segunda Guerra Mundial o el descubrimiento de la penicilina, se enteraba de todos modos con prontitud.

Así, el periodismo frente a la literatura, en todas las jerarquías de la actividad humana, es de un prestigio muy modesto. El periodismo es un ejercicio de la inteligencia, sí, primario. La literatura es un ejercicio de la inteligencia sumamente elaborado, el más alto desafío del pensar.

Esto que afirmo parece blasfematorio, aun en contra de mí, porque el prestigio del periodismo en el mundo ha crecido hasta ser abrumador. Si hay que defenderlo yo mismo quisiera hacerlo… también el periodismo educa y forma, y lo hace bien y masivamente, pero hoy hablamos de libros y de literatura, y cada cosa en su lugar.

El periodismo es lo irrepetible. Sólo hoy cae un tirano en algún lugar y en determinadas circunstancias, y los diarios lo informan. Mañana caerá otro, en otro país, y las circunstancias serán diferentes.

La literatura es lo permanente. El rey Lear es el padre maltratado por las hijas en la obra de Shakespeare, insigne, y esto se sigue dando, fielmente, desde los tiempos de Shakespeare hasta nuestros días.

La literatura latinoamericana del Siglo XX es quizá la más importante del mundo, y esto está siendo reconocido en todas partes. Está al alcance de la mano de todo el que la pueda pagar. Es decir que para leer no hay excusas.

Quien pueda que viva sin Borges, sin Octavio Paz y sin Rulfo. Yo digo que no se puede, que la vida no sería vida, que la vida no valdría nada. Y otros grandes de América Latina: Almafuerte, Roberto Arlt, Julio Cortázar, José Pedroni, Ernesto Sábato, Dalmiro Sáenz, Pablo Neruda, José Martí, José Vasconcelos, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Rosario Castellanos, Alfonsina Storni, Miguel Angel Asturias, Eduardo Galeano, Alfonso Reyes, y otros.

No que todos tengamos que ser eruditos o no valgamos nada, no. La búsqueda del saber es lo que importa, y la ambición primera y urgente que padres y maestros deben despertar en los niños y en los jóvenes para hacerlos seres humanos mejores… No que tengamos que salir corriendo de aquí a leer un libro más que el vecino para no ser menos, pero si vivir en la vida corriendo por encontrar en los libros algo muy apreciable: placer y buena compañía.

Les dejo mis 10 escritores favoritos en idioma español, de todos los tiempos, para la polémica, no para que estén de acuerdo conmigo, los dejo para que NO estén de acuerdo. Jorge Luis Borges (creo que es el que escribió más perfectamente), Gabriel García Márquez (que desde el día que recibió el premio Nobel ha logrado escribir mejor cada día), Pablo Neruda (que creo que es el que escribió más hermosamente), José Martí (algunas piezas de oratoria que improvisó quedaron como hito de nuestra literatura), Cervantes, Lope de Vega, Fernando del Paso, Sarmiento, Octavio Paz y Juan Rulfo.

Lean cuando puedan, y puedan todos los días. Lean y cuando terminen de leer, empiecen de nuevo. Lean por placer, por soñar, y por vivir, que el que lee bien vive en un estadio sublime de conciencia que no hay otra forma de alcanzar. Lean hasta que duela.

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1 respuesta

  1. Ivanius dice:

    Como incansable lector que soy, no puedo estar más de acuerdo… y como entre los autores que cita no reconocí algunos de ellos, me animé a buscar: José Domingo Sarmiento resulta ser un intelectual, maestro y hasta expresidente argentino (por lo que entiendo, un análogo de nuestro Vasconcelos), Dalmiro Sáenz y José Pedroni (escritores también de aquel país). Gracias por compartir esta conferencia, que anima a repasar la lista de los “escritores favoritos”. Saludos.

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