Una mujer llamada guitarra
A continuación les envío una traducción que hice hace algún tiempo, de un escrito en portugués de Vinícius de Moraes.
Espero que lo disfruten.
Francisco
Una Mujer Llamada Guitarra
Un día, casualmente, le dije a un amigo que la guitarra era “la música en forma de mujer”. La frase le encanto y él la estuvo esparciendo como si constituyese lo que los franceses llaman un mot d’esprit. Me pesa ponderar que esta frase no quiere ser nada de eso; es, mejor dicho, la pura verdad de los hechos.
La guitarra no sólo es la música (con todas sus posibilidades orquestrales latentes) en forma de mujer, sino, de entre todos los instrumentos musicales que se inspiran en la forma femenina – viola, violín, bandolín, violoncello, contrabajo – el único que representa a la mujer ideal: ni grande, ni pequeña; de cuello alargado, hombros redondos y suaves, cintura fina y caderas llenas; cultivada pero sin jactarse de ello; renuente a exhibirse, a no ser de la mano de aquel a quien ama; atenta y obediente a su amado, pero sin perder el carácter y la dignidad; y, en la intimidad, tierna, sabia y apasionada.
Hay mujeres-violín, mujeres-violoncello e incluso mujeres-contrabajo. Sin embargo, como se rehusan a establecer aquella íntima relación que ofrece la guitarra; como se niegan a dejarse cantar, prefiriendo convertirse en objeto de solos o ser parte de las orquestas; como responden mal al contacto de los dedos para dejarse vibrar, en beneficio de agentes excitantes como arcos y paletas, siempre serán preferidas, al final, por las mujeres-guitarra, que un hombre puede, siempre que quiera, tener cariñosamente en sus brazos y pasar con ella horas de maravilloso aislamiento sin necesidad, sea de tenerla en posiciones poco cristianas como acontece con los violoncellos, sea de estar obligatoriamente de pie delante de ellas como se da con los contrabajos.
Incluso una mujer-bandolín (valga decir: un bandolín), si no tiene enfrente a un Jacob, está perdida. Su voz es demasiado estridente como para soportarla más de media hora. Y es en esto que la guitarra (valga decir: la mujer-guitarra) lleva todas las ventajas. En las manos de un Segovia, de un Barrios, de un Sanz de la Mazza, de un Bonfá, de un Baden Powell, puede brillar tanto en sociedad como un violín en las manos de un Oistrakh o como un violoncello en las manos de un Casals. Aunque estos instrumentos nunca podrán alcanzar la pungencia o la “bossa” peculiares que la guitarra puede tener, sea tocada diestramente por un Jayme Ovalle o un Manuel Bandeira, sea “passado na cara” por un João Gilberto o por el mismo criollo Zé-com-Fome, de la Favela do Esqueleto.
¡Divino, delicioso instrumento que se combina tan bien con el amor y todo lo que, en los instantes más bellos de la naturaleza, inducen al maravilloso abandono! Y no es por azar que uno de sus más antiguos ascendientes se llama viola d’amore, como para pronunciar el dulce fenómeno de tantos corazones diariamente heridos por el melodioso acento de sus cuerdas… Incluso en la manera de ser tocada – contra el pecho – recuerda a la mujer que se anida en los brazos de su amado y, sin decirle nada, parece suplicar con besos y cariños que la tome toda, la haga vibrar en lo más hondo de sí misma, y la ame por encima de todo, pues de lo contrario ella no podrá ser nunca totalmente suya.
Si se pone en lo alto del cielo una Luna tranquila. ¿Acaso pide un contrabajo? ¡Nunca! ¿Un violoncello? Tal vez, pero sólo si por detrás de este hubiese un Casals. ¿Un bandolín? ¡Ni por asomo! Un bandolín, con sus tremolos, perturbaría el luminoso éxtasis. ¿Y que es lo que pide entonces (direis) una Luna tranquila en lo alto del cielo? Y yo les responderé: una guitarra. Pues de entre los instrumentos musicales creados por la mano del hombre, tan sólo la guitarra es capaz de escuchar y de entender a la Luna.
Vinícius de Moraes
Excelente. Me da mucho gusto encontrar sorpresas como ésta en SesoLibre. Un gran abrazo, y que vengan más posts pronto. ¡Bienvenido!