Por cierto…
Esto es algo que escribí en http://41minutos.blogspot.com mi blog personal, después de divagar como lelo en el tema durante unas dos semanas.
Deveras me preocupó el asunto. Algunos días después veo que las coincidencias y como dijo Rodrigo, las neuronas o mentes de las personas pueden compartir frecuencias o grandes temas, cada quien en su realidad y a su entender.
Está partido en dos partes, aquí la primera:
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¿Y luego qué?
Escribir una carta sentida, o lo que sería lo mismo en inglés “spill your guts out” es uno de los actos más personales que hay.
Vincent Van Gogh, genio póstumo encerrado en una carcaza disfuncional, escribió más de mil cartas a familiares y amigos.
Pablo Picasso, dios de la creación artística y ejemplo a seguir -bueno, al menos en el plano creativo, porque de mostro y discapacitado emocional tenía todo- escribió ora de puño y letra, ora en máquina checoslovaca de escribir, a los figurones de su tiempo y en sus épocas mozas a sus cuates las incidencias de la vida parisina.
La cosa es, la gente atesoraba legajos completos atados con cintas de colores que cambiaban dependiendo de la naturaleza de las epístolas:
Rojo pasión para el ultra soft porn de las miradas caídas y los cambios de luces en los jardines de los pueblos.
Azul para ese amor imposible que vivía la mayoría de las veces ai nomás al cruzar la calle.
Amarillo para las amistades.
Y blanco para aquellas amistades sempiternas… ¡ay!
Y a lo que iba:
Hoy cuando uno se posiciona -porque ya lo de “sentarse a” es un decir- enfrente de la computadora, del teclado 1234567890 de un móvil, del mini-qwerty de los telefonos “abusados” a embarrar las entrañas en un escrito no sabe a ciencia cierta qué va a pasar con él.
¿No?
¡Claro que si!
Es tan incierto como los sacos de correo de la Nao de la China o los cofres labrados en el rincón de un ático o desván.
Quedamos a merced del silicio y la plata micro-laminada y de remate en manos de uno u otro gigante hambriento.
¿Has pensado lo que le va a pasar a todos esos escritos con pasión, con furia, con esperanza, con tanto sentimiento, con solamente un “qué haces güey” todas esas entrañas disecadas?…
¿Cuáles serán los legajos y listones de este tiempo?
¿Y los áticos? ¿y los desvanes?
Datacenters maifren.
Chale. ¿Y si hoy me vuelvo teporocho o vagabundo y nadie pero nadie se sabe el pasguor de mis múltiples cuentas de correo “gratuito”?
Es más, ni yo.
¿Podrá mi hija leer esos pedazos de mi alma?
¿Algún descendiente podrá “desempolvarlos” y con la misma certeza que un cofre de cartas?
¡Qué preocupación!
Desde hoy, mi proyecto de la vida sin papeles queda en el olvido.
La “modernidá” me ha puesto otro grillete.
Mejor, antes de oprimir “enviar” le voy a picar en “imprimir” y me voy a construir un ático y conseguir un cofre baratón en guolmar.
Solo para enfatizar lo que dices sobre lo etéreo de lo que hacemos o expresamos, es que el papel es una tecnología que igual de fácil puede perderse, deshacerse o quemarse (solo recordar Alejandría). Los archivos electrónicos son más manipulables y reproducibles pero tienes razón, quizá mañana olvidamos el pasguord y pierdes todo. O al revés mañana lo encuentra y lee un monigote que vive en mongolia (y sabe español claro) que de otro modo nunca lo hubiera visto.
Mmmm por eso creo yo que mejor expresa como quieras lo quieras, pero no te lo guardes.
Nunca como ahora los recuerdos tienen tantos lugares (o pretextos, o vehículos) para plasmarse/perderse/encontrarse.
Me confieso más apegado al papel, más aficionado al contacto directo, al instante significativo, al cruce de palabras con un brebaje favorito. Me sigue gustando más eso que pensar en el lejanísimo lector de mis “tripas embarradas”.
Claro, en todo hay extremos. Como (por ejemplo) el “Gmail Paper”, puntada de Google para el pasado “día de los inocentes”. Quede la liga como otro comentario (válido, creo) a lo que dice aquí Alberto.
http://mail.google.com/mail/help/paper/index.html