La reflexión semanal
Mi abuela bordaba los manteles más hermosos.
Cuando era niño me quedaba junto a ella las
tardes enteras charlando mientras sus hábiles
manos danzaban en perfecta armonía con los hilos
y telas.
Su estado de ánimo variaba dependiendo del día.
A veces estaba alegre y conversadora, otras lucía
seria y silenciosa. Y de vez en cuando se quejaba
más de la cuenta.
Sin embargo siempre, sin importar el día, cosía
con la misma mística. Frecuentemente la encontraba
en su silla, dormitando, con la cabeza inclinada
levemente hacia adelante, pero aferrando con firmeza
su tejido.
Durante semanas sus bordados me parecían extraños y
confusos, puesto que mezclaba hilos de distintos
colores y texturas, que se veían en completo desorden.
Cuando le preguntaba que estaba tejiendo o bordando,
sonreía y gentilmente me decía:
– Ten paciencia, ya lo verás.
Al mostrarme la obra terminada, me percataba que
donde había habido hilos de colores oscuros y claros,
resplandecía bordada una linda flor o un precioso
paisaje. Lo que antes parecía desordenado y sin
sentido, se entrelazaba creando una hermosa figura.
Me sorprendía y le preguntaba:
– Abuela, ¿cómo lo haces? ¿Cómo puedes tener tanta
paciencia?
– Es como la vida. -respondía-. Si te fijas en la
tela y los hilos en su estado original, se asemejarán
a un caos, sin sentido ni relación, pero si recuerdas
lo que estás creando, todo tendrá sentido.
Si juzgas tu vida solamente por la rutina
de lo cotidiano, mucho de lo que haces parecerá inútil
y sin sentido, pero si recuerdas el bordado que estás
tejiendo, aun los enredos más caóticos cobrarán
significado.
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