Trabaja a cambio de obtener la bendición.
David llevaba seis años trabajando en la tienda del centro de Dean & Deluca.
Esta pequeña cadena de cafés de gama alta de Nueva York tiene una rotación muy elevada, de modo que seis años es un logro bastante excepcional.
Conocí a David mientras tomaba un café con un amigo. Lo primero que advertí fue que se acercó a una fila de turistas y les dijo animadamente:
“¡Hola chicos! Arriba tenemos otro baño. No es necesario que hagan cola”.
Con una sonrisa se alejo y se puso a limpiar mesas con brío y a ordenar cosas que a mí no me parecían especialmente fuera de lugar. Si esto era un trabajo de baja categoría, a David nadie se lo había dicho.
Durante la hora que estuve allí, lo vi dar la bienvenida a la gente, ayudar sin que se lo pidieran, ofrecerse a cuidar una mesa e ir a buscar algo para un cliente. ¡Eso en un café!
Le pregunté por su actitud. Sonrió, se detuvo un momento y me dijo:
“Trabajo para que me bendigan”.
Casi todo mundo habría visto este trabajo como un rollo, un callejón sin salida, una manera embrutecedora de invertir seis años. David lo veía como una oportunidad de regalarse a los demás. Tenía una labor emocional que aportar, y su compensación era la aprobación que recibía de los clientes, sus clientes. Su arte consistía en su compromiso con cada persona, en su oportunidad para cambiarle su actitud o alegrarle el día. No todo el mundo es capaz de hacerlo, y muchos que lo son eligen no hacerlo.
David se negaba a esperar instrucciones, el dirigía su arte. Reciban mis mejores deseos y un cariñoso saludo, que tengan un excelente resto de semana, lleno de logros y posibilidades.
Amor, salud y bendiciones.
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