El amor es una decisión

En mi juventud conocí a una mujer encantadora, era hermosa, inteligente y  disfrutaba especialmente su sentido del humor, adicionalmente siempre se mantenía muy calmada ante las dificultades.
 
Salimos durante un tiempo y, de pronto, decidimos vivir juntos.
 
Después de un mes me acostumbre a preparar el desayuno, ella algunas veces me daba masajes para aliviarme el estrés y cada día conversábamos sobre lo que nos había ocurrido durante el día.
 
Con frecuencia nos llamábamos por teléfono, sin ninguna razón especial más que para decirnos uno al otro que nos extrañábamos.
 
Nos reíamos por cualquier tontería y sentíamos que podíamos hablar de cualquier tema, sin agendas o temores.
 
Nunca hablábamos con rabia y pensábamos que nuestro amor duraría para siempre, por primera vez en mi vida me sentía totalmente feliz, la vida era plena para mí.
 
Éramos amigos y amantes; nada podía ser mejor. Como estaba tan feliz, me sentía muy seguro de su amor entonces comencé a levantarme un poco más tarde y deje de hacer el desayuno y cuando llegaba a la casa en la noche, me sentía muy cansado y no le daba tiempo para conversar.
 
Ella a su vez dejó de hacer esfuerzo por hablar y silenciosos preferíamos ver televisión o hacer nuestras cosas, sin hablar más de lo estrictamente necesario.
 
Note lo que estaba pasando, pero pensé, que nuestra relación era muy sólida y no había porque preocuparse. Con frecuencia recordaba las promesas de amor eterno y  fidelidad que hicimos al comienzo de nuestra relación y  me decía:
 
Yo no tengo que probarle a ella que la amo, ella lo sabe, de todas maneras estamos hechos el uno para el otro y para ninguno es fácil encontrar a alguien como el otro”.
 
Un año después, cada uno estaba más tiempo con sus amigos que con el otro y no íbamos al cine ni a caminar juntos, lo que antes disfrutamos.
 
Pasados dos años la relación íntima se redujo al mínimo.
 
Dos años y seis días después al llegar a casa me encontré una nota en la mesa de la cocina:
 
“hablamos mucho y hacemos poco”, y nunca volví a verla de nuevo.
 
Ella fue mi primera lección de amor.
 
No cuentes con las palabras de amor, aunque suenen dulces, son solo palabras.
 
El amor dura mientras se alimente con acciones, no dejes que el tiempo pase sin cuidar con acciones tus afectos, especialmente si quieres una relación duradera.
 
Se leal a tu relación en todos los aspectos, pero especialmente se leal a tu compromiso contigo de cuidar tus relaciones.
 
No te rindas nunca y recuerda que el amor es una decisión.
 
 
 
Reciban como siempre mis mejores deseos y un afectuoso saludo, que tengan un excelente resto de semana lleno de logros y posibilidades.
 
Amor, salud y bendiciones.
 
 
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El futuro está en tus manos, decídete a crearlo.

Francisco Javier Rauda Larios

                  Diseñador del Futuro

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