Conciencia de las palabras cotidianas
En el día a día, solemos utilizar una variedad amplia de palabras y frases básicas, de cajon, inmersas en lo más profundo de cada ser de una sociedad. Solemos hacer uso de estas de forma automática, sin detenernos a reparar en que es lo que realmente estamos diciendo. Es normal que hagamos uso de estas acciones cotidianas, pero creo muy importante el que paremos a reflexionar lo que decimos, por qué lo decimos, y qué es genuinamente nos conectemos con la palabra.
Vivimos en una sociedad, donde al saludar, tiro por viaje preguntamos “¿cómo estás?”
Este “cómo estás” es algo que genuinamente me causa mucho conflicto. La mayor parte de las veces que lo he preguntado, me lo han preguntado y he presenciado a otras personas emplearlo, la pregunta no es genuina, es un saludo, una formalidad, una pregunta vacía. Tan es una respuesta hueca que la respuesta suele ser otra respuesta carente de alma, “bien”, no importa cómo estemos realmente, “bien” es lo que vamos a contestar, bueno, “bien, gracias”, ¿gracias de qué? ¿por soltar al aire una pregunta automática?
Hagamos conciencia, fíjate en lo que dices, si sientes que vas a decir “cómo estás” de forma automática, cámbialo, hay otros saludos que puedes emplear, “me da gusto verte”, por ejemplo y ese es un saludo que puedes cargar de emociones genuinas. O si no tienes emoción alguna por aquella persona puedes soltar un “tiempo sin vernos” o algún comentario así que señale lo obvio. No todas las palabras tienen que estar cargadas de emociones, pero sí creo que las que tendrían que estar cargadas no tenemos por qué entregarlas vacías.
Y esto apliquémoslo en todo, cada cosa que dices, sobre todo en las expresiones automáticas con las que venimos cargando desde siempre. Y si te topas con momentos donde te sientes incomodo por no sentir el gracias que le dirías a la persona que te está vendiendo un café. Voltea la tortilla y entonces busca en tu interior la gratitud que acompaña a esta palabra.
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