La última travesía de Ötzi: Una historia desde los hielos

La nieve caía suavemente sobre los Alpes de Ötztal aquella tarde hace más de 5,300 años. El viento silbaba entre las montañas mientras Ötzi jadeaba, llevando su mano al hombro izquierdo donde la flecha había penetrado profundamente. La sangre manchaba su capa de piel, y el dolor punzante se extendía por todo su cuerpo. Sabía que no llegaría mucho más lejos. A sus 46 años, este hombre de complexión delgada y cabello oscuro —un cazador, viajero y quizás comerciante— estaba enfrentando sus últimos momentos en este desfiladero a más de 3,200 metros sobre el nivel del mar.
El frío comenzaba a adormecer sus extremidades mientras se recostaba en aquel pequeño hueco entre las rocas. Con las últimas fuerzas que le quedaban, Ötzi inspeccionó sus herramientas: el arco de tejo sin terminar, el carcaj con flechas, su preciada hacha de cobre, un cuchillo de sílex con mango de fresno y un raspador, junto con otras pequeñas herramientas que había portado consigo en su largo viaje. Objetos que contaban una historia —su historia— y que permanecerían junto a él por milenios, preservados por el hielo que pronto cubriría su cuerpo.
El hallazgo que cambió la historia
En septiembre de 1991, dos excursionistas alemanes descubrieron un cuerpo humano parcialmente emergiendo del hielo en los Alpes de Ötztal, cerca de la frontera entre Austria e Italia. Lo que parecía ser un trágico accidente de montaña resultó ser uno de los descubrimientos arqueológicos más significativos del siglo XX: la momia naturalmente preservada de un hombre que vivió hace más de cinco milenios.
Los científicos lo nombraron Ötzi, por el valle donde fue encontrado. Su cuerpo, congelado y deshidratado por el hielo, se había conservado extraordinariamente, con su piel, órganos internos, sangre y hasta el contenido de su estómago intactos. Pero lo más impresionante fue el estado de sus ropas y equipamiento: vestimentas elaboradas de pieles de animales, calzado especializado y un conjunto de herramientas que revelaban un nivel de sofisticación inesperado para su tiempo.
Entre estas herramientas, un hacha de cobre con mango de tejo resaltaba por su extraordinaria manufactura. Análisis detallados revelaron que su hoja contenía 99.7% de cobre puro proveniente del sur de la Toscana, a unos 500 kilómetros del lugar donde fue encontrado. Este solo hallazgo revolucionó nuestra comprensión de las rutas comerciales y las conexiones culturales del Calcolítico europeo.
Los orígenes de un viajero
¿Quién era realmente este hombre y qué hacía en las alturas de los Alpes? Los análisis de isótopos en sus huesos y dientes sugieren que pasó su infancia en el valle de Eisack, al sur del Tirol. Sin embargo, el origen toscano de su hacha y la presencia de polen de varias regiones en sus ropas indican que era un viajero experimentado que recorría largas distancias.
Podemos imaginar a un joven Ötzi creciendo en una pequeña aldea entre montañas, aprendiendo desde temprana edad las técnicas de caza, el conocimiento de plantas medicinales y las rutas de los pasos alpinos. Quizás fue hijo de un artesano o de un pastor, adoptando inicialmente las tradiciones familiares antes de convertirse en un hombre que cruzaba regularmente las montañas por motivos que solo podemos conjeturar.
El análisis de su último alimento revela que, horas antes de morir, había consumido carne de cabra montés, trigo, bayas y raíces. Una comida sustanciosa para alguien que estaba realizando un arduo viaje de altura. Su estómago también contenía trazas de helechos, posiblemente ingeridos como automedicación para los parásitos intestinales que los científicos encontraron en su cuerpo.
Vida en el Calcolítico
Para comprender mejor a Ötzi, debemos imaginar el mundo en que vivió: el período Calcolítico o Edad del Cobre, una época de transición donde las comunidades europeas comenzaban a experimentar con la metalurgia sin abandonar las herramientas de piedra que habían utilizado durante milenios.1
Las aldeas de su tiempo eran pequeñas comunidades autosuficientes que cultivaban cereales como trigo y cebada, y criaban animales domésticos como cabras, ovejas y vacas. La caza continuaba siendo una actividad importante, complementando la dieta y proporcionando pieles para la vestimenta. Los bosques cercanos ofrecían materias primas esenciales: madera para construcción y combustible, fibras para cestería y frutos silvestres para enriquecer la alimentación.
Ötzi encarnaba las habilidades diversas que un hombre de su tiempo necesitaba dominar. Sus manos encallecidas mostraban signos de trabajo constante, mientras que sus tatuajes —91 marcas lineales y cruces distribuidas principalmente en articulaciones y la columna vertebral— podrían haber tenido propósitos medicinales, buscando aliviar los dolores artríticos que padecía a pesar de su vida activa.2
Los estudios genéticos muestran que pertenecía al haplogrupo G2a, común entre los primeros agricultores europeos de origen neolítico.3 Sus ojos marrones y su intolerancia a la lactosa también eran características típicas de estas poblaciones. Su piel, probablemente oscurecida por el sol después de años de exposición en las montañas, contrastaba con su barba bien recortada, evidencia de cuidados personales con herramientas de precisión.
El misterio de la muerte en las alturas
Pero volvamos a aquel fatídico día en las montañas. ¿Qué hacía Ötzi a más de 3,000 metros de altura, en un paso peligroso y aparentemente solo? ¿Y quién lo atacó?
Las evidencias forenses hablan de una historia dramática. Además de la herida mortal de flecha en su hombro, que seccionó una arteria, Ötzi presentaba una contusión craneal reciente y profundos cortes defensivos en las manos. Más inquietante aún, los investigadores encontraron sangre de al menos cuatro personas diferentes en sus ropas y herramientas: en su cuchillo, en su hacha y en su capa.4
Estos hallazgos sugieren que Ötzi estuvo involucrado en un violento conflicto poco antes de su muerte. ¿Una disputa entre comunidades por recursos o territorio? ¿Un enfrentamiento personal relacionado con algún estatus o rivalidad? ¿O quizás un ataque durante un viaje comercial en el que transportaba bienes valiosos como su extraordinaria hacha?
La imagen que emerge es la de un hombre que puede haber escapado temporalmente de un primer enfrentamiento, solo para ser perseguido y finalmente alcanzado por una flecha disparada desde atrás mientras ascendía por el paso montañoso.
El hacha de cobre: símbolo de estatus y conexión
Entre todas sus posesiones, el hacha de cobre merece especial atención, pues nos habla tanto de Ötzi como individuo como de la sociedad en que vivía. En una época donde el metal era escaso y su procesamiento requería conocimientos especializados, poseer un hacha como la suya no era común.
Su diseño trapezoidal con bordes ligeramente alabeados, fijada a un mango de tejo mediante tiras de cuero y adhesivo de corteza de abedul, representa una manufactura sofisticada. El desgaste en su filo indica uso frecuente y múltiples reafilados, sugiriendo que no era meramente un símbolo sino una herramienta de trabajo cotidiano, probablemente empleada tanto para tareas prácticas como potencialmente para defensa.5
El origen toscano del cobre plantea preguntas fascinantes: ¿Adquirió Ötzi el hacha mediante intercambio directo con comunidades del sur? ¿Participaba en una red comercial que conectaba los Alpes con la península italiana? ¿O quizás él mismo tenía vínculos familiares o culturales con grupos de la Toscana?
Lo cierto es que esta herramienta representa una conexión tangible entre regiones que tradicionalmente se consideraban separadas por la formidable barrera de los Alpes. Nos muestra que los pueblos del Calcolítico mantenían vínculos más extensos y complejos de lo que se había pensado.6
La última jornada
Intentemos reconstruir los días previos a la muerte de Ötzi. Probablemente estaba realizando uno de sus habituales viajes a través de las montañas. El análisis de polen en su estómago indica que había ascendido desde un valle bajo hasta las alturas alpinas en un período de aproximadamente 36 horas antes de su muerte.7
Llevaba consigo provisiones limitadas y algunas de sus herramientas mostraban señales de reparación reciente. Su arco estaba sin terminar, y solo dos de sus catorce flechas estaban completamente preparadas. Esto podría sugerir una partida apresurada, quizás escapando de alguna amenaza.
Las semanas anteriores posiblemente las había pasado en una aldea o asentamiento temporal en las tierras bajas, donde habría tenido acceso a alimentos cultivados como el trigo encontrado en su sistema digestivo. Tal vez estaba regresando a su comunidad de origen o dirigiéndose a otro asentamiento para comerciar.
Lo que parece claro es que Ötzi conocía bien la ruta que estaba siguiendo. Su vestimenta y equipamiento estaban adaptados para el terreno montañoso: zapatos con base de piel de oso y parte superior de piel de ciervo, rellenos con heno para aislar del frío; polainas y un abrigo de cuero; y un gorro de piel de oso. Todo ello diseñado para las duras condiciones alpinas.8
Un legado milenario
Mientras el frío abrazaba su cuerpo en aquella remota hondonada, Ötzi probablemente no imaginó que su muerte marcaría el inicio de una extraordinaria preservación que lo convertiría, milenios después, en una ventana única al pasado europeo.
Las técnicas de análisis modernas han permitido estudiar casi cada aspecto de su vida: su dieta, sus enfermedades, su ADN, sus movimientos a lo largo de los años, incluso las bacterias que habitaban su intestino. Ötzi se ha convertido en el humano antiguo mejor estudiado de la historia, revelándonos detalles íntimos no solo de un individuo sino de toda una era.9
Su cuerpo tatuado, sus manos trabajadas, su equipamiento cuidadosamente elaborado y mantenido, nos hablan de un hombre resiliente que vivió en una época de transición tecnológica y cultural. Un hombre que enfrentó los desafíos cotidianos de la supervivencia en un entorno montañoso mientras participaba en redes de intercambio y conocimiento que abarcaban cientos de kilómetros.
Su muerte violenta en las alturas alpinas, aparentemente resultado de un conflicto interpersonal o intercomunitario, nos recuerda que las tensiones sociales y la violencia no son exclusivas de nuestro tiempo. Pero también su sofisticado equipamiento y conocimientos nos muestran la ingeniosidad y adaptabilidad humanas que han caracterizado nuestra especie a través de los milenios.
Hoy, mientras Ötzi descansa en una cámara climatizada del Museo Arqueológico del Tirol del Sur en Bolzano, Italia, su legado continúa expandiéndose con cada nuevo descubrimiento científico.10 A través de él, podemos vislumbrar fragmentos de una vida vivida hace más de cinco mil años y maravillarnos ante las continuidades y diferencias entre aquel mundo y el nuestro.
La nieve que cubrió su cuerpo preservó no solo sus restos físicos sino también su historia —una historia que, aunque parcialmente reconstruida a través de la ciencia y completada con la imaginación, nos conecta profundamente con nuestro pasado compartido y con las montañas que, ahora como entonces, continúan siendo testigos silenciosos del paso humano.
Referencias
- Roberts, B. W., & Thornton, C. P. (Eds.). (2014). Archaeometallurgy in global perspective: methods and syntheses. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/978-1-4614-9017-3 ↩
- Samadelli, M., Melis, M., Miccoli, M., Vigl, E. E., & Zink, A. R. (2015). Complete mapping of the tattoos of the 5300-year-old Tyrolean Iceman. Journal of Cultural Heritage, 16(5), 753-758. https://doi.org/10.1016/j.culher.2014.12.005 ↩
- Keller, A., Graefen, A., Ball, M., Matzas, M., Boisguerin, V., Maixner, F., … & Zink, A. (2012). New insights into the Tyrolean Iceman’s origin and phenotype as inferred by whole-genome sequencing. Nature Communications, 3(1), 698. https://doi.org/10.1038/ncomms1701 ↩
- Nerlich, A. G., Bachmeier, B., Zink, A., Thalhammer, S., & Egarter-Vigl, E. (2003). Ötzi had a wound on his right hand. The Lancet, 362(9380), 334. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(03)13992-X ↩
- Wierer, U., Arrighi, S., Bertola, S., Kaufmann, G., Baumgarten, B., Pedrotti, A., … & Pernter, P. (2018). The Iceman’s lithic toolkit: Raw material, technology, typology and use. PLOS ONE, 13(6), e0198292. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0198292 ↩
- Schaeren, G. F., Artioli, G., Morero, E., Bernasconi, A., Naef, L., Della Casa, P., & Betschart, M. (2019). Copper Age metallurgy in the Alps: Copper axes from Lake Zug. Archaeometry, 61(1), 128-141. https://doi.org/10.1111/arcm.12414 ↩
- Oeggl, K., Kofler, W., Schmidl, A., Dickson, J. H., Egarter Vigl, E., & Gaber, O. (2007). The reconstruction of the last itinerary of “Ötzi”, the Neolithic Iceman, by pollen analyses from sequentially sampled gut extracts. Quaternary Science Reviews, 26(7-8), 853-861. https://doi.org/10.1016/j.quascirev.2006.12.007 ↩
- Pernter, P., Gostner, P., Vigl, E. E., & Rühli, F. J. (2007). Radiologic proof for the Iceman’s cause of death (ca. 5,300 BP). Journal of Archaeological Science, 34(11), 1784-1786. https://doi.org/10.1016/j.jas.2006.12.019 ↩
- Maixner, F., Krause-Kyora, B., Turaev, D., Herbig, A., Hoopmann, M. R., Hallows, J. L., … & Zink, A. (2016). The 5300-year-old Helicobacter pylori genome of the Iceman. Science, 351(6269), 162-165. https://doi.org/10.1126/science.aad2545 ↩
- Museo Arqueológico del Tirol del Sur. (2024). Página oficial del Museo Ötzi. https://www.iceman.it/es/# La última travesía de Ötzi: Una historia desde los hielos Una narración basada en hechos arqueológicos con fuentes académicas ↩
excelente artículo !! gracias Eduardo !!! buenísimo !!